Tenéis toda la razón. Parece ser que Hipócrates ya advirtió que toda enfermedad empieza por el intestino. Yo creo que el problema es que comemos mierda, y mucha, claro. Mi madre, que nació en el 37, en un pueblo de la ribera del Ebro, me cuenta cómo era la vida en el campo por aquellos años. Flipariais como se ponían de comer. De madrugada no salían sin su pozal de leche con algo de café y algo de dulce. Atendían a las bestias y a lo más urgente del campo y a almorzar. Que almuerzos!!!. Chuletas de cordero, alubias, chorizo, manteca, col con patatas, garbanzos, morcilla, vegetales de temporada, fruta de temporada, la bota de vino, etc… Y luego comían, cenaban e, incluso, recenaban. Y ala, hasta los 90 tacos doblando el espinazo y las visitas al médico para jugar al mus. Pero claro, los cerditos comían tubérculos y corrían por el pueblo, los corderos pastaban por la montaña, las gallinas correteaban por el corral picando maíz, los abonos que usaban eran lo que cagaban los caballos, burros, bueyes y demás bestias de labranza, incluido el paisano. No se conocía ni el glutamato monosodico, ni el.xilitol, ni el sorbitol, ni la dextrosa, y no se le ponía azúcar a todo. Pasteurizaciones las justas y lejía en los wateres. El agua, del río o del pozo.
Por contra, para no extenderme demasiado, os cuento una conversación con un proveedor al que le hemos comprado para la fábrica una máquina de descarga y transporte de sólidos. Para que nos hiciéramos una idea de cómo era la máquina, nos enseñó fotos de una que acababa de instalar en una granja de cerdos de Lérida. Al lado de la máquina, podían verse unas grandes sacas llenas de lo que a mi me pareció runa de obra. Cuando le pregunté que hacían esas sacas en una piara, me aclaró que no eran cascotes, era el pienso que le daban a los cerdos, una harina de pescado que olía a rayos y centellas…